24 noviembre, 2024

Para llegar al pueblo de Omate, hay que viajar -desde Moquegua- en un bus destartelado, viejito y de esos que más parecen camiones, pero resistibles ante las trochas, caminos serpenteantes y curvas cerradas. Bien dicho que para llegar a Omate, hay que cruzar primero el infierno.


Son cinco horas de viaje a punta de trochas, saltos y miradas temerosas a los abismos. Al menos yo miraba las altas cumbres que parecían pirámides de Egipto. Realmente estaba en los cielos de la serranía de Moquegua, pero al llegar al punto bajamos, bajamos y descubrí un paraíso terrenal, llena de plantas y arboles frutales. Era un oasis en el desierto. Uvas, chirimoyas, platanos, limones, limalimon, paltas estaban al alcance de nuestras manos.


Un viaje pesadito

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Me levanté a las seis y punto de la mañana y me fui directo a la oficina en donde me adviertieron un dia antes que allí tenía que sacar mi boleto para viajar a Omate. La gente ya estaba en actividad laboral, sin embargo los kioskos de los diarios aún estaban cerrados. ¡Que flojos son los canillitas de Moquegua! Me di dos vueltas a la plaza de Armas y de nuevo me dirigí al mercado central para comprar un diario y seguían cerrados. Me fui a Oamte sin haber leido el diario en donde trabajo y de paso queria fijarme si había salido la nota que envié a redacción de Lima


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En el bus-combi me acomodé y con sueño viajé a Omate. Como les digo al comienzo no veía nada, sólo cerros, cumbres, y más cerros. Aunque los cerros del norte -para ser mas exacto en Santo Domingo, Morropón, Piura- son verdes, llenos de vegetación. En cambio, aquí en este viaje veía solo rocas, grandes rocas que parecían pirámides gigantescas. Que tal si hubiera habido, en este momento, un terremoto que provocaría un alud de rocas y piedras. !Hubiéramos desaparecido del mapa! !De un porrazo¡

No cerré para nada los ojos y sólo miraba extasiado las cumbres de nuestra patria querida. Después de tres horas de viaje apareció una casita al lado de un riachuelo lleno de arbolitos y plantas que eran manzanos y limones. Por fin, dije, llegamos o estamos a punto de llegar. Sin embargo, el chofer del bus-camión me advirtió que estábamos a mitad del camino. !Oh, que pendejo!..

Seguimos en el viaje. En el bus estaban unas tias que iban a la fiesta de Omate para vender parrillada y pollo al carbón. Habían subido un saco de papas al techo del bus-caminón y como los asientos finales estaban libres, se les ocurrió colocar las bolsas de carne y pollo.Menos mal que las carnes estaban frescas, no olía a malogrado, al emnos por estos lares encuentras todo fresco. Y como el clima es seco no hay tanto problema de la putrefacción.

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Y seguía con el viaje, que a mitad del camino se levanta la polvareda y me alucinaba como un personaje de las películas de aventuras y que en cualquier momento iba aparecer un malvado marciano o un ladrón de carreteras. Pero nada, sólo me extasiaba al ver las cumbres…

Ya con 5 horas de viaje vi a lotananza un valle, una villa verduzca que mis ojos podrían observar..Bajamos y como una cortina que se corre para ventilar el cuarto, así fue como mis ojos vieron plantas, árboles, enredaderas de plantas y gente que caminaba con sus sombreros, chicas bonitas y mujeres con sus alforjas con frutas, tíos que llevaban botellas de vino a la Plaza de Armas de Omate, pues en la noche el cantante cumbiambero Lucho Paz iba a amenizar la fiesta de aniversario de este pueblo, capital de la provincia de Sánchez Cerro, Moquegua.

Llegué al cielo y jamás me voy a olvidar de este pueblito, que tiene tres hoteles -ya no había habitación para el viajero-, no llega la señal de movistar, sólo claro y tiene una cabina de internet que es de la municipalidad. Pero pese a todo, cualquier mortal se anclaría en este valle hermoso.

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