fiesta de la Virgen de la Candelaria
FOTOS: MONICA PALOMO
un domingo de intenso color, pasión y devoción al máximo. Puno de mil colores.
Los danzantes no se cansaban de dar pasos que retumbaban las pistas de toda la ciudad, mientras los expectadores miraban a sus preferidos. Los danzantes estaban sin cansancio y dichosos, luego de haber participado en el concurso de trajes de luces en el estadio Torres Belón.
Era un día sólo para el baile y la danza de mil formas: diabladas, caporales, morenadas y tinkus, entre otras danzas
Llegamos tarde al concurso de trajes de luces. Pero al bajar del bus en Puno, sólo veíamos por todos lados máscaras de todas las figuras y colores, miradas extasiadas, sonrisas de mujeres complacidas por haber «bailado a la Virgen», hombres de todas las edades pero con las mismas fuerzas de un niño o un adolescente, levantando las manos, moviendo los cuerpos, moviendo las cinturas y saltado hasta más no poder.
El salto de los diablos es espectacular, como si fuera el salto del tigre a la caza de su presa.
En medio de la oscuridad llegaron los que danzaban el famoso tinkus, más movido que otras danzas, con gritos de los varones y las damas. Para ser más preciso, Los Tinkus mostraron mayor destreza y energía al danzar y recorrieron hasta diez cuadras. Esta danza estaba conformada por niños, jóvenes y adultos. Contagiaba al público y muchos los siguieron en todo su recorrido nocturno.
Al parecer estos danzantes son «absorbidos» por una fuerza telúrica, que les viene del aire o del cielo azul. Ese día de concurso no llueve, pero si lloviera, no hay ningún problema o impedimento para seguir danzando y coreando algunas estrofas de conocidas canciones. Se confabula el cielo y la tierra para castigar a los humanos, pero ahí está latente la devoción a La Virgen de la Candelaria, a la Mamita que nos ampara de todo mal y artificio maligno.
Es domingo, 6 pm, 10 de febrero del 2019, y estuvimos entre danzantes cuyas máscaras explotaban de tanto color, como si le hubiéramos puesto en el Photoshop los colores más intensos, más saturados, pero era la magia puneña de la fiesta de la Virgen de la Candelaria.